top of page
intro_bg.png
  • Foto del escritorPoli

Literatura: María Gabriela Martínez

Presentamos el trabajo literario de María Gabriela Martínez, donde incluye tres textos que juegan con el tema de la memoria pero desde tres focos distintos: la infancia y vida doméstica de la mujer, la personificación en un espacio geográfico a través de la memoria y la melancolía, los acontecimientos sociales y actuales de la mujer en México.


Textos: @marygabimtz @culposa_

Ilustración: @mulatadenadie


Mi Blue Side

Es silencioso, pero me ve y existimos juntas como un reflejo de la otra. En los días nublados ,cuando el sol brilla y no hay brisa, ella está aquí y nos vemos.

Mi Blue Side es eterna y me abraza. Soy yo cuando estoy bien, cuando no necesito nada más ni nadie más que mi espíritu y mi carne. Cuando la alegría viene de lo más profundo de mi cuerpo, cuando lo que me hace sentir feliz es tan sencillo que nada en comparación es difícil. Mi Blue Side es un lugar al cual solo yo tengo acceso, en el que me adentro cuando hace falta detener el día y conectarme con mi espíritu y el entorno.

Por ello este es únicamente mío, como un regalo que me he dado, un espacio que del silencio nace. Me recuerda que cuando estoy sola no estoy en soledad, sino que estoy viva, compartiendo el espacio conmigo misma.

De pequeña mi mamá era la única bienvenida dentro de mi Blue Side. Ella me confortaba, algo que cuando una es pequeña no logra hacer por sí sola, porque en esos días nuestro cuerpo es demasiado pequeño y el mundo demasiado grande, tanto, que nuestras preocupaciones infantiles nos sobrepasan.

En esos tiempos mi mamá era cálida como una manta, no era una persona que ocupaba mi espacio, sino como un algo que me permitía adentrarme en mí con una única melodía:

El día que deje de salir el sol

Y la luna deje de alumbrar

Y las estrellas dejen de brillar

Ese día te dejaré de amar


Cuando las flores pierdan su color

Y no exista la palabra amor

Y todo el mar se llegue a congelar

Ese día te dejaré de amar


Recuerdo que a las primas, durante el verano, les gustaba jugar a la mamá y al papá. Yo siempre era la nené. Me usaban como muñeca: decoraban mi cabello con flores y me pedían que dijera agugutata y cuñá cuñá. A mí no me importaba actuar de esa manera, porque era la más chiquita y la verdad es que ni entendía completamente los juegos que inventaban. En estos yo nunca perdía, me gustaba tener toda la atención sobre mí y, siendo la nené, siempre la tenía. Cuando me cansaba de tenerlas constantemente alrededor mío y en mis ojos se veía que me pondría a llorar en cualquier momento, mis primas me premiaban llevándome al circo donde por una hora disfrutaba, sin decir una palabra, las payasadas.

Y así crecí: recordando la letra de una canción de cuna que jamás entendí,siendo parte de juegos en los que no tenía que hacer casi nada, viendo a payasos entrenar perros, con una mueca en el rostro que no llegaba a sonrisa. Abrazándome a mí misma. Buscando momentos de silencio, escapando de cuartos abarrotados, saliendo a la calle, dando caminatas que duraban horas alrededor de mi vecindario. Buscando-buscándolo-buscándome, hallando el mejor de los momentos en lo que pudo ser miedo.

En mis viajes disfruto mirar todo en silencio. Cada detalle de los edificios, la forma en la que la luz del sol cae sobre los objetos de manera tan diferente de la que cae en mi casa. Encuentro relajante darme el tiempo para destruir la cotidianidad de todos mis espacios,incluso los que son míos por solo un par de días. Me gusta sentarme en medio de la carretera que hierve, y meterme a bañarme al mar cuando el día comienza a despedirse.

Mi yo adulta florece como un ser dinámico, nada templado y siempre saltando.”Soy una persona” me recuerdo cuando al fin estoy sola, “tengo carne y hueso, corazón y pensamientos” me digo antes de dormir.


California

California, hogar de la libertad. Con tus suburbios y fronteras que no me dejan escapar. Qué bien se siente estar en ti y respirar tu aire. A veces eres más hogar que el hogar por tanto que te lloro. Y es que, ¿cómo no extrañarte? California, eres tan diferente a lo que ya conozco, pero, al mismo tiempo, estas llena de lo que es mío.

Cuando te visito, siento que te vas tan rápido que a veces no me creo que estuve en ti. Es como si el tiempo cambiara. Aquí los minutos y las horas se hacen más cortas. Mientras pasa el tiempo y me hago más grande, siento a los días irse rápido y desaparecer como fantasmas.

Casi no duermo cuando te visito, California, porque no quiero dejar de verte.

Partir ya no es lo mismo, el hasta luego me recuerda al hasta nunca. Es difícil tener frente a mí a la tía Dulce y saber que mañana ya no. Cuando estoy en ti, California, se vuelve rutina esperar toda la noche despierta, hasta que dan las 6 am del día siguiente, para salir de mi cuarto y acompañar al tío Carlos en silencio a la cocina a ver las noticias y leer el diario. Mi prima Madeleine no es de California, ella vive en Seattle pero siempre nos frecuentamos.No importa la distancia: o ella baja o yo subo, pero nos vemos, encontrándonos en Los Ángeles como el punto medio entre dos mundos. Ella es tercera generación de migrantes y de las únicas primas que hablan español. Tío Eddie me abraza muy fuerte cada vez que me ve. Tía Alma llora cada vez que me voy, Tía Lina también, y eso me rompe el corazón.

Mi abuelito no habla el inglés, pero entiende el dolor del goodbye. Los viajes de visita a la familia siempre llegan tan rápido pero de la misma forma se van. Hace años partieron de México para ya no regresar. Se fueron juntos los cuatro hermanos, mientras que aquí el compadre les deseaba la mejor de las suertes. Al partir nunca dieron marcha atrás, jamás se arrepintieron, en cambio yo no dejo de voltear, ni dejo de volver a ellos. A veces quisiera pretender que no existen, para que así deje de extrañar algo que ni siquiera es mío.

La primera vez que vine sola Amanda me saco a pasear en su deportivo sin capucha; recorrimos las calles de San José escuchando música pop y a Selena. Llegamos a Ross a toda velocidad, donde me compré unas chanclas nuevas. De ahí fuimos a un salón de belleza donde todos los trabajadores eran filipinos o chinos, no estoy segura; hablaban tan bien el inglés que si Amanda no me decía que eran migrante yo no me daba cuenta. Amanda es de las nietas mayores, habla muy bien el español porque lo aprendió en la high school, a diferencia de sus papás que solo aprendieron a decir hola, mucho gusto, gringo y adiós en su educación de casa. Después de nuestra tarde en el mall llegamos a casa de la tía Dulce y tío Carlos. Almorzamos en el jardín una ensalada de fruta, delante del árbol de limón que mi mamá plantó cuando vivió aquí. Cuando terminamos de comer subí a descansar. A esa edad me abrumaba mucho sentirme tan extranjera en una casa familiar, recuerdo me quedé en el viejo cuarto de mi mamá en donde había una bola de disco y un cuadro de Marilyn Monroe.

Las memorias más felices de mi infancia y vida adulta están en ti, California, entre Los Ángeles, San José, Gilroy y Seattle, cruzando tierra, ríos y paredes tan altas que se pierden en el cielo. Pero los recuerdos se me resbalan, se vuelven borrosos, se sienten tan pequeños en contraste con la realidad que simplemente se fugan con el tiempo. A veces,California, pareces más un sueño, uno en donde mi corazón se queda y palpita. Y es que lloro cada vez que te pienso y me siento llena de melancolía cuando mi visa expira, porque, California, tú nunca entenderás el miedo que tengo de que la siguiente vez me la cancelen.

Añoranza: un estado perpetuo en el que estoy. Donde, mientras que quisiera estar en ti, con los pies metidos en la tierra del jardín de la tía Dulce, y las manos en la arena de Santa Clara, los ojos en Monterrey Bay y la sonrisa en ti, hermana, la sonrisa en ti, familia; Aunque sé que no podría vivir tan lejos de la que es mi tierra, de las costumbres que me crecieron, de mi hamaca, de este calor bien puerco y de, incluso, mi propio acento.

Tengo tanta suerte de estar en ti y de estar, también, aquí en mi tierra. Me siento bien formando parte de este mundo donde no me encuentro. Porque no, yo no soy como ellos, aunque ser parte de sus vidas me haya dividido. Me encuentro dividida entre el mundo de los soñadores y el mundo de los que siguen despiertos. Pero de todas formas disfruto ese sueño americano tan extraño y lo conozco, aun cuando no es mío y aunque no lo anhelo, puedo sentirlo. Porque cada vez que estoy ahí y llega la hora de decir adiós puedo sentir como mi alma se queda en el parque de Gilroy junto a la cancha de tenis y los perros ladrando, pero mis pies caminan hacia el otro lado, siempre hacia el lado contrario, lejos. Y se despiden despedazando a mi cuerpo de su espíritu.

Y siempre digo adiós llorando.



Himno a mis Hermanas

Erase otra vez la misma historia, repitiendo a través de los siglos el destino amoroso de la mujer, su cruel esquema mistificador. Y cada historia, cada mito dice: «no hay sitio para tu destino en nuestros asuntos de Estado». - “La risa de la medusa” de Hélène Cixous

I.


No es la mujer, somos las mujeres.

Cuerpo puro, uno mismo.

Somos como la memoria colectiva, conectamos la misma casa, formamos con nuestras piel un solo ser.


No somos alma, porque el alma es de los hombres que acuden a dios, que desprecian lo bello del físico.

Nosotras no, somos más.


Terrenal y sin fin, todas en una.

Más grande que la tierra es nuestra cuerpa.


II.


Se escucha en nuestros cantos, cuando juntas caminamos por las calles exigiendo más, más de lo que se nos ha concedido, más de la jaula en la que se nos ha dejado.


Ahora salimos de casa, nos apropiamos de las calles y las convertimos en bellos lienzos. Y cantamos a la madre tierra, cantamos a quien nos ha parido, cantamos por aquellas que se llevaron, que nos arrebataron.. Porque todas construimos una y nos duele, nos duele cuando se las llevan, cuando las arrancan de esta cuna de piel y esfuerzo, cuando las despedazan, cuando nos separan del cordón que nos une a todas hasta el centro de nuestra única compañera, la tierra.

Tierra bajo nuestros pies, tierra casa, tierra hasta debajo de las uñas.S

Tierra madre, madre de las mujeres.

De las desaparecidas.

De nuestras hermanas.


Hermanas, así nos llamamos en los días de cantos, hermanas. Porque somos de lo mismo, porque compartimos un dolor, porque seguimos buscando desesperadas esas partes de nosotras que se han llevado.


Compartimos el dolor de nuestra sangre esparcida como cualquier río, ésta abunda, roja, caliente, sin altos que detengan la corriente.


Sangre nueva y eterna que será derramada por las pecadoras, por los siglos y los siglos, amén.


III.

No, me reuso.

Mis hermanas, mis amigas, mi propia carne, ellas no son las que pecan. Sangre nueva y eterna, eterna que regresará a la tierra en la libertad y con la justicia que aún se busca.


Eterna en cada vínculo que nace entre nosotras. Porque los nombres en la memoria nunca mueren, se heredan, se vuelven parte de cuerpo nuevo.

Eterna en cada hija.





45 visualizaciones

Entradas recientes

Ver todo
bottom of page