De tu arte a mi arte: Pre-revolución
En Junio de 2016, tomé fotos en la inauguración de una exposición de arte contemporáneo en el ICBC de Tijuana, del artista plástico Luis Alonso Sánchez; en esta exposición llamada Catabolismo, me encontré con un concepto bien chido (Mismo que nombra la exposición): la construcción y reconstrucción de la sociedad, el hecho de que para reconstruir se debe destruir. La sorpresa estuvo en las obras, pinturas que me recordaron a mi infancia cuando pintaba árboles en hojas blancas, una estética muy parecida a la que tienen los niños de primaria, obras mudas y sordas; ese es un problema que Avelina Lésper presenta en su libro (El fraude del arte contemporáneo), el arte contemporáneo no funciona afuera de un museo, necesita esas paredes para tener sentido. Qué sentido hubiera tenido una alcancía de un chango con pintura negra derramada y un lienzo pintado de rojo cubriéndola en pleno Paseo de los Héroes. ¿Cualquier cosa con un buen concepto es arte?
El arte, se ha convertido en un negocio, y uno muy caro. Hoy las instituciones tienen más peso que la obra. Entiendo este fenómeno como una lucha de clases sociales, mientras el arte urbano va tomando fuerza, siendo accesible para consumir y crear, el arte contemporáneo dirigido por la clase alta, los intelectuales y académicos, se recela del urbano fingiendo ser más “inteligente”, por ende costoso. Como si no fuese suficiente martirio esta lucha de clases, el arte urbano en los últimos años se ha institucionalizado, de manera que podemos ver a Banksy subastando copias de sus obras en lienzos a millones de dólares. Claro que, después de casi burlarse rompiéndola en vivo y con este acto subiendo su valor.
No soy un chairo en contra de las nuevas formas de arte, simplemente no me parece justo que obras tan simplistas y bobas tengan precios parecidos a los carros más lujosos del mundo. Una banana pegada con cinta gris a una pared blanca, un vaso de vidrio con agua a medias, una carreta con tierra y una planta. Estamos hablando de artesanías fácilmente reproducibles pero sin un valor cultural más allá que el de la provocación y la curiosidad. No es que exista un arte bueno y un arte malo, simplemente existe un arte que vale dinero y otro que no. Pagar 120 mil dólares por un plátano con cinta adhesiva me parece una burla hacia las clases bajas, una burla a la inteligencia humana, o simplemente (sin afán de acusar, sólo trayéndolo a discusión) una forma fácil de lavar dinero.
Por otro lado, tenemos una luz que nos da esperanza a los contras de estas mañas, el Hamparte, un concepto creado por Antonio García Villarán, que propone no quitarle el valor de “Arte” a estas obras simplistas, simplemente quitarles el valor monetario. Sin mas, les dejo algunas referencias que he tomado y el video-manifiesto del Hamparte.
Redacción por:
Enrique Martínez @enriquemarapo
Referencias
Lésper Avelina, (2015). El fraude del arte contemporáneo. El malpensante.
Smith, Terry (2012). ¿Qué es el arte contemporáneo?, Buenos Aires, Argentina. Siglo Veintiuno editores.
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